

En el mundo del arte, pocas cosas generan tanto morbo como una buena rivalidad. ¿Beatles vs Rolling Stones? ¿Picasso vs Matisse? Bueno, antes de todas esas batallas creativas, ya se libraba una contienda silenciosa (y no tan silenciosa) entre dos gigantes del Renacimiento: Leonardo da Vinci y Miguel Ángel Buonarroti. Dos genios, dos egos del tamaño del Coliseo y una competencia que hizo temblar hasta los cimientos de Florencia.
Ambos compartían talento, ambición y una creatividad que desbordaba las normas de su época, pero ahí terminaban las similitudes. Mientras Leonardo era el sabio renacentista por excelencia, curioso y metódico, Miguel Ángel era pura pasión y músculo, tanto en sus esculturas como en su carácter. Si uno era la mente, el otro era la emoción. Y claro, cuando dos astros así coinciden, el choque es inevitable. La rivalidad entre Da Vinci y Miguel Ángel es parte de nuestra historia como sociedad.
La rivalidad entre Da Vinci y Miguel Ángel fue tan intensa como inspiradora
Todo empezó a calentarse cuando, a principios del siglo XVI, Florencia decidió encargar a sus dos artistas estrella la decoración de la Sala del Gran Consejo del Palazzo Vecchio. A cada uno se le asignó una pared para plasmar una escena histórica. El resultado prometía ser legendario… aunque, spoiler: ninguno de los dos terminó su encargo. La tensión estaba servida. Miguel Ángel, más joven y arrogante, no perdía oportunidad de burlarse de Leonardo, mientras que Da Vinci lo consideraba un escultor bruto y sin sutilezas.
Y es que sus diferencias iban más allá del arte:
- Estilo artístico: Leonardo buscaba la perfección en la técnica y el equilibrio. Miguel Ángel prefería la fuerza, el dramatismo y el impacto emocional.
- Formación y enfoque: Da Vinci era autodidacta, con intereses científicos y anatómicos. Miguel Ángel se formó en el mundo clásico y religioso, centrado en la escultura y el cuerpo humano.
- Personalidad: Leonardo era elegante, sociable y un tanto reservado. Miguel Ángel, en cambio, era huraño, solitario y muy temperamental.
- Obras icónicas: Mientras uno pintaba La Última Cena y diseñaba inventos imposibles, el otro esculpía el David y pintaba el techo de la Capilla Sixtina.
Aunque nunca llegaron a enfrentarse directamente, la rivalidad entre Da Vinci y Miguel Ángel empujó los límites del arte renacentista. Cada uno, a su manera, marcó un antes y un después en la historia del arte. Su legado es tan gigantesco que, siglos después, seguimos debatiendo quién era el verdadero genio. Y, por qué no admitirlo, ¡nos encanta que se llevaran fatal! Porque gracias a esa tensión creativa, el mundo ganó algunas de las obras más asombrosas jamás creadas.